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martes, 28 de julio de 2015

Inestable

Soy desjuiciadamente optimista y no es un problema menor. 

Siempre a la espera de lo imposible... aunque tenga todas las de perder y las mismas estadísticas insistan en que es un caso perdido... yo siempre encuentro un pequeño, miserable y absolutamente improbable motivo al cual aferrarme con el alma y luego tengo que sufrir el desengaño. Como ahora, por ejemplo. Triste y patética de mí.

Lo peor de este periodo de post-adolescencia (proceso por el cual pasamos todos aquellos cabezas duras que no nos bastó la adolescencia para madurar) es la inestabilidad, en toda la expresión de la palabra. No como fuera hace algunos años, cuando era principalmente emocional. Ahora es de principios, de pensamientos, de fundamentos, inclusive. Una búsqueda de identidad y un naufragar constante... cambio de parecer cual puta cambia de cama.

Me detesto.

Sumo a lo anterior mi extravagante propensión al optimismo, añado una pisca de mi deleznable tolerancia a la frustración y arranque! Bradbury no lo pudo describir mejor: 

“… me levanto y piso una mina, entonces paso lo que me queda de día recogiendo los pedazos esparcidos.”

Hay noches en las que me acuesto más completa o más destrozada que otras. Pero no hay tiempo para frenar, no hay segundos para tomar aire. La carrera sigue y voy importunándole a la vida con mi dolorido, ansioso, torpe e irregular trote; tragando sentimientos que ha nadie importan y vomitando letras en páginas que nadie lee. 

Me siento sola. 

No es que lo este, pero nadie habla de problemas reales y pareciera que nadie los tiene. Después de todo somos unos excelentes actores. Fingimos que nada pasa y a veces pienso que hasta hemos llegado a creer que es así. Nos ignoramos, por eso estamos enfermos (Aunque bien puede ser que solo me pase a mí. Tengo amigos que creen que soy la única habitante de un mundo paralelo).

En más de alguna súplica, me he detenido a pensar cuando fue la última vez que hice un alto y descansé y cuando al fin no logro recordar ninguno, quiero lanzarlo todo a la mierda ¡Paren esto ya!

Pero nada sucede. 

Nadie viene. 

Nadie ve. 

Nadie escucha y pronto se me pasa. 

Vuelve a mi la ¿cordura? Y con ella el optimismo. Ese bastardo. Entonces pienso ¡Que bueno es estar sola! No hay nadie a quien pueda destruir conmigo ¡Que bueno es sufrir sola! Así no queda registro de mi torpeza (Excepto el que formulo en este momento).

Pero eso también se me pasa luego y todo me parece inacabable.

Aún así, no pienso apresurarme, no es que no me cueste, no es que no me duela, es que me he dado cuenta que Dios sabe cuanto tiempo necesito para dar cada paso y es que soy una perfecta cabeza dura; terca y porfiada por excelencia. No daré un paso en falso, he aprendido mucho en éste largo tiempo. Una cosa por sobre todas las otras: Dios no es cruel, menos sádico. Me ahorra todo el dolor que no es estrictamente necesario y con éste pensamiento me duermo. Ese pensamiento que me repito en los momentos de angustia y desesperación: 

Dios es bueno; Él me ama. 

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