ll

viernes, 7 de agosto de 2015

Hice un alto para recordarte.

Últimamente la nostalgia es mi eterna compañera. Entre más personas abandonan mi vida más se fortalece a mi lado, más noto su presencia, más espacio ocupa en mi vida.

Debería recordarte los 8 de enero, pero no puedo ¿Sabes? no quiero tampoco. Tu no eras ese. Me niego a pensarte en silla de ruedas, en silencio y con la mirada perdida. Tu hablabas fuerte, tu eras grande, tu eras poderoso, tu... eras mi héroe. 

Tanto fue así que yo esperé a que resucitaras, la gente podrá reírse, pero aún cuando dejamos tu cuerpo en aquel parque... aún yo esperé que abrieras aquella puerta café y todo volviera a ser igual. Te esperé 3 meses, te soñé 3 meses, miré por la ventana 3 meses, te busque entre la gente 3 meses, hasta que me convencí de que no sería así... que te habías ido, que no volverías... que ahora sería yo quien debería llegar a tu lado y aún me aferro a la idea de que un día podré volver a abrazarte. En cierta medida, la muerte me da menos miedo porque se que tu estarás del otro lado y se que como aquí, allá tampoco nada podrá pasarme, porque tu estarás ahí.

¡Que frágil era la seguridad en mi vida! Tengo miedo de no poder volver a confiar en otros brazos... en otras manos. En el fondo, desde que te fuiste he tratado de ser fuerte, he tratado de sostener los hilos que se rompieron el día que partiste, me he esforzado por no pensar como me lo pediste... pero no puedo papi, no puedo.

Te quiero en mi vida, quiero recostarme a tu lado y sentirme segura. Sentir que nada puede pasarme, que nadie va a herirme, que tu vas a defenderme, que puedo correr a tu lado y todas las tormentas sumisas acallaran.

Papá, te recuerdo levantándome temprano y poniéndome a trabajar en tu huerta, haciéndome acarrear leña todo el día y sosteniendo herramientas mientras reparabas el techo. Te recuerdo desafiándome a soñar, te recuerdo empujándome a saltar el abismo de mis miedos, te recuerdo provocándome a pensar diferente, te recuerdo con esa mirada fría, molesta pero orgullosa cuando mis argumentos te dejaban callado.

Te recuerdo con las manos en la tierra y tarareando bajo el pino con la mirada perdida en tus plantas. Te recuerdo sonriente de amor y con voz firme sobre el púlpito. Te recuerdo humilde aceptando tus errores y guardando tus palabras. Te recuerdo de rodillas clamando y en silencio soportando el dolor. 

Aún parece que te veo con la mirada perdida en ese diagnostico y como ninguno; valiente aceptando la voluntad de Dios. Te recuerdo consolándome en medio de tu propio dolor y orgulloso de mi fe que por aquellos días era inquebrantable. Recuerdo la desesperación de aquel viaje, el más largo de mi vida, recuerdo las horas interminables clamando a Dios para que me dejará despedirme de ti. Te recuerdo despertando el día que volví y tus ojos, que ya no veían, buscándome en medio la oscuridad en la que estabas sumido. Recuerdo ese sueño y el llamado, recuerdo mi carrera y la suplica... recuerdo tu mano tibia entre las mías mientras lloraba pidiéndote lo que no podías darme.

No te rendiste, se que no renunciaste, todo lo contrario, aceptaste el final de esta historia y el comienzo de la eternidad. Descansas, estás por fin durmiendo y se que despertarás... mientras tanto, yo lucho por despertar contigo, por ser eso que tu veías cuando me mirabas, por recordarte y sonreír aún en medio del indescriptible dolor de ya no tenerte. 


martes, 28 de julio de 2015

Inestable

Soy desjuiciadamente optimista y no es un problema menor. 

Siempre a la espera de lo imposible... aunque tenga todas las de perder y las mismas estadísticas insistan en que es un caso perdido... yo siempre encuentro un pequeño, miserable y absolutamente improbable motivo al cual aferrarme con el alma y luego tengo que sufrir el desengaño. Como ahora, por ejemplo. Triste y patética de mí.

Lo peor de este periodo de post-adolescencia (proceso por el cual pasamos todos aquellos cabezas duras que no nos bastó la adolescencia para madurar) es la inestabilidad, en toda la expresión de la palabra. No como fuera hace algunos años, cuando era principalmente emocional. Ahora es de principios, de pensamientos, de fundamentos, inclusive. Una búsqueda de identidad y un naufragar constante... cambio de parecer cual puta cambia de cama.

Me detesto.

Sumo a lo anterior mi extravagante propensión al optimismo, añado una pisca de mi deleznable tolerancia a la frustración y arranque! Bradbury no lo pudo describir mejor: 

“… me levanto y piso una mina, entonces paso lo que me queda de día recogiendo los pedazos esparcidos.”

Hay noches en las que me acuesto más completa o más destrozada que otras. Pero no hay tiempo para frenar, no hay segundos para tomar aire. La carrera sigue y voy importunándole a la vida con mi dolorido, ansioso, torpe e irregular trote; tragando sentimientos que ha nadie importan y vomitando letras en páginas que nadie lee. 

Me siento sola. 

No es que lo este, pero nadie habla de problemas reales y pareciera que nadie los tiene. Después de todo somos unos excelentes actores. Fingimos que nada pasa y a veces pienso que hasta hemos llegado a creer que es así. Nos ignoramos, por eso estamos enfermos (Aunque bien puede ser que solo me pase a mí. Tengo amigos que creen que soy la única habitante de un mundo paralelo).

En más de alguna súplica, me he detenido a pensar cuando fue la última vez que hice un alto y descansé y cuando al fin no logro recordar ninguno, quiero lanzarlo todo a la mierda ¡Paren esto ya!

Pero nada sucede. 

Nadie viene. 

Nadie ve. 

Nadie escucha y pronto se me pasa. 

Vuelve a mi la ¿cordura? Y con ella el optimismo. Ese bastardo. Entonces pienso ¡Que bueno es estar sola! No hay nadie a quien pueda destruir conmigo ¡Que bueno es sufrir sola! Así no queda registro de mi torpeza (Excepto el que formulo en este momento).

Pero eso también se me pasa luego y todo me parece inacabable.

Aún así, no pienso apresurarme, no es que no me cueste, no es que no me duela, es que me he dado cuenta que Dios sabe cuanto tiempo necesito para dar cada paso y es que soy una perfecta cabeza dura; terca y porfiada por excelencia. No daré un paso en falso, he aprendido mucho en éste largo tiempo. Una cosa por sobre todas las otras: Dios no es cruel, menos sádico. Me ahorra todo el dolor que no es estrictamente necesario y con éste pensamiento me duermo. Ese pensamiento que me repito en los momentos de angustia y desesperación: 

Dios es bueno; Él me ama. 

martes, 7 de julio de 2015

Nuevas Reglas

Me importas más de lo que debieras y pequé de inocente al demostrarlo con tanta franqueza.

Quisiera hartarme de tu desprecio, de tu forma fría y desinteresada e ignorar que aludas a la distancia, y así, proponerme firmemente a cambiar las reglas del juego y ser tan fría y desinteresada como tú. Si no hablas, no hablarte, porque juro que detesto arrastrarme para me dejes horas sin una respuesta o me envíes un par palabras frías y cortantes. 

No quisiera mendigar más tu atención. 

Quisiera darte un bonus de silencio por todas las veces que me contestas cortante y entregarte un ticket directo a la cresta cada vez que lo haces.
Quisiera decirte que estás fuera y que no volverás a entrar con tanta facilidad, que ya no me interesas, que ya no me afecta, que si no vuelves a hablarme me da igual, que puedo olvidarte con la misma facilidad que a todos, y así, actuar como si no me saltara el corazón cada vez que me llega un mensaje tuyo...

Pero todo queda en nada, en cuanto llega la noche y me preguntas si aún estoy ahí.



miércoles, 17 de junio de 2015

Tormenta

Sé, que tras la eterna expansión del universo, aún puedes verme claramente. Tú puedes distinguir cada una de las voces que arañan mi mente y aún más: Conoces cada uno de mis pensamientos antes de que yo los conciba, antes de que se gesten; Tú ya los has sabido.

No debo preguntar si sabes de la tormenta que me aflige, pues conoces cada uno de mis pasos y como nadie me has visto contener las lágrimas en calles que se han vuelto insufriblemente largas, inconteniblemente angustiantes, en donde voy desparramando mis huellas olvidadas.

Esparzo mis días tristes entre soles y ruegos flojos donde acuno mis sueños dormidos. Aún no me canso de excusarme y escudarme en mi soledad.

Silencio.

Entre estas calles estridentes y gentes iguales, solo me hace eco el silencio. Las voces de la nada. Ni un solo corazón que refleje mi súplica muda.

Como fuego frio los días me van consumiendo con llamas gélidas que lamen mis sentidos. 

“Shhhhhh! No hagan ruido” ruegan mis demonios. 

Me duermo entre silencio helado y pensamientos banales.

Nuevamente he tropezado con mi flaqueza y he derramado mis anhelos en un campo de vidrios rotos. Me he medido con la misma vara de siempre y nuevamente he sido hallada falta, nuevamente no di la talla y no sé cómo perdonarme.

Me embriago más de lo que debo para callar las voces de los demás. No quiero escucharlos. 

Sigo escondida tras un tumulto de excusas, culpas y dolores. Otra vez me he topado con los mismos abismos; no me sirve la vida, no la quiero ¡no quiero estos días vacíos! ¡Odio la banalidad en la que he envuelto mis horas! Necesito desesperadamente que seas el centro de mi vida, porque solo pisando tus huellas mis días tienen sentido ¡Cuán preciosos me parecen todos tus caminos! ¡Cuán excelente son todas tus sendas! ¿Cómo podría alguien como yo seguir enlodando tu nombre con mis torpes intentos? ¡He tratado tantas veces! Ya me duele volver a intentar. Cuántas veces más podrás perdonarme? ¿Cuántas veces más extenderás tu amor sobre mí? ¿Hasta donde yo abusaré de tu gracia y menospreciaré tu sacrificio buscando llenar estos abismos en donde no te encontraré?

La última, esa soy.

Veo tierra firme, pero estoy aquí sin ánimos de remar hasta ella ¿Vendrás una vez más por mí? Una parte de mi solo quiere vestirse de princesa y recostarse en tu regazo para que me protejas, pero mientras camino y pienso me doy cuenta que la otra está hastiada de ser siempre rescatada. 

Y así, mientras estas calles van consumiendo mis pasos ausentes, otra vez escucho el eco de tu voz, de tu palabra que vive en mí, esa que tatuaste eternamente en mi corazón la noche más oscura de mi vida.


“Nada cambiará lo que he dicho de ti”


Entonces, me regresa la vida.

lunes, 20 de abril de 2015

El Nonato

Me abortó su memoria.
Me expulsó al abismo frío de la indiferencia,
donde amanece hambre de esclarecimientos
y solo se come silencio.

Sorbí la muerte del prematuro cordón de los recuerdos.
Bebí rechazo de todo lo que nos unía.
Caí desnuda sobre los cristales rotos de lo que fuimos,
y me arropó su indolencia.

No pude ver la luz de sus promesas,
ni merecí la vida de su cimentación.
Resignada existencia diluida en la ilusión.
Se estranguló entre sollozos ahogados el tan ansiado porvenir.

jueves, 2 de abril de 2015

Thalen

Estoy en casa. Me rodean las mismas paredes de toda mi vida. Mis dibujos en la pared, mi guitarra en un rincón, la voz de mi mamá paseando en el pasillo, las plantas verdes, la cama tibia, el frío afuera y el aroma cálido del hogar dentro. Pero ya no es lo mismo. Todo aquí me sabe ajeno, le perteneció a alguien más

¿Qué saben estas paredes de todo lo que he ahogado estos meses en mi corazón? Ya no tengo hogar. No aquí. Me fui hastiada de beber día a día las miradas de reproche y de sentir ese frustrante sabor a fracaso. Estas paredes saben eso, pero nada saben de mis sonrisas bajo los soles, ni de esos cerros dorados y ocres entibiando mi alma, mucho menos saben de los silencios que tejí mientras me fui fundiendo con la arena, ni de la lluvia triste que anegó mi corazón.

Estas paredes hacen eco de voces que no reconozco y mi guitarra parece llorar. Yo trato de consolar sus meses de abandono acariciando acordes, sabiendo que consuelo un pedazo de mi alma que yacía aquí tirada agonizante junto a esas cuerdas desafinadas por el desuso.

Aquí la rutina me sabe a desconocida. Aquí todo es diferente aun siendo igual. Es en realidad esa Daniela triste, que llenaba los vacíos de esta casa con su voz melancólica, la que no ha vuelto. Ahora sé, que aun cuando al bajar del bus me cobijó ese frío reconfortante tan amigo de la gente del sur, nunca más pediré lluvia. No pude extrañar a mi madre.

Ya no pertenezco aquí, ni a estos verdes. En mi corazón sé que no habría venido si no fuera por mi hijo. En el fondo un suave sabor a desesperación me acompañó mientras subía al avión y me alejaba de la suavidad de su paisaje y viví un horror inexplicable cuando vi esos montes verdes y sentí ese olor a humedad entrarme al pecho, entonces me pregunté qué hacía tan lejos…


¿Dónde están mis montes multicolores? ¡Estoy tan lejos de sus rocas y arenas!

lunes, 16 de marzo de 2015

Notas del Funeral.

Cuellos estirándose al son de cada sollozo,
ansiando ver aquel rostro roto 
por esa pena que no cabe en el cuerpo.
Vertiente infinitas de miradas morbosas.

Masoquistas ritos que sin contemplación
de las piernas de papel y brazos de plomo
obligan a soportar de pie aquellos consuelos estériles
para aquel dolor que no se puede llorar.

La muerte y la maldad coludidas en un mismo negro,
vestidas con el mismo saco.
Lluvia de sinsentidos que riega un afecto estéril
por una flor que no fue alabada, hasta que fue marchita.

Y mientras la fiesta se viste de hipocresía
unos oídos sangran por cada palabra que no escucharon,
huesos se rompen al colisionar con ese silencio eterno.

lunes, 9 de marzo de 2015

Patética

Tu recuerdo me acompaña como si fuera la piel de mis pensamientos. 

Ahí yacen tus cartas, esas que te escribí y jamás te entregaré.

Soy una enorme herida que no sangra, soy un vacío que hace eco de recuerdos que no se gastan. 

Patética de mi!

Esperando que un día que te sientas triste, la angustia me lleve hasta tu memoria.

Estoy sentada en la vereda de mi vida esperando que tus pasos dejen huellas en mi camino… estoy esperando como si pudiera detenerla y ordenarle que no avance porque aún no vuelves. 

Patética de mi!

Sentada en un rincón de mi habitación con mi guitarra, que es mi cómplice para escribirte canciones. 

Estoy cantándote a pesar de que si llegas a escucharme alguna vez por casualidad jamás sabrás que esas letras son para ti.

Patética de mi!

Tu creando mundos… no sabes que eres el único mío.