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martes, 11 de marzo de 2014

Discapacidad del Alma


Aquí, mientras la jornada laboral se hace infinita
y los segundos parecen caer en un universo sin gravedad,
aquí me siento sola.
Cuando de pronto se enciende la necesidad
de un abrazo silencioso y sincero,
de que los sentimientos se deshagan
del ollo profundo de las débiles palabras 
y se materialicen en la piel hasta abrigar los sentidos.

Cuando de pronto golpea el dolor punzante en el pecho.

Tristeza.
No hay grandes motivos,
es simplemente soledad.
No es indiferencia del resto,
es mi voluntad trasformándose en roca
en tanto siento la necesidad de molestar a alguien con mis problemas.
No es que me queje,
es solo que a veces duele
y se me deshace,
entre las buenas intenciones y  el autocontrol,
la decisión de callar.
No,
no es que los que me rodean sean indiferentes a lo que me sucede,
es que yo no soy capaz de abrir mi corazón a nadie,
es una discapacidad del alma.
No es que físicamente no haya nadie,
es que internamente nadie esta tan profundo
como para que yo sienta la confianza para decir
que algo me duele y no me deja dormir.
Entonces Callo.

lunes, 10 de marzo de 2014

Déjà Vú

Este afán inútil de sentirme útil. 
Lo odio. 
Me jode la vida ahora mismo. Miro el techo y respiro profundo. Dirijo mi mirada hacia varias direcciones, me siento pérdida, desorientada… tengo que tomar decisiones pero en los últimos años he reprobado en esa asignatura de la vida. 
Hace una semana me di cuenta que es culpa de mis papás. Esta estúpida necesidad de aprobación, esa insólita manera de crearme y criarme para agradar al resto. Sus palabras de amor, sus regalos y su atención eran directamente proporcionales a la altura de mis calificaciones y a las felicitaciones que recibían de los demás por la hija tan perfecta que tenían. Ahora entiendo porque siento terror cuando fallo. Algo en el fondo de mi corazón comienza a susurrar “ya no me querrán, ya no me querrán” y me ahoga la tristeza. Se que ellos me amarían de cualquier forma, lo se, pero yo no sabía eso cuando era niña. Ahora esos miedos me paralizan y desesperan. 
Quiero sentirme útil, lo necesito. Soy como los perros buscando que el amo diga “buen muchacho” sigo necesitando la aprobación de los demás. 
Muerdo mi labio, sobo mis manos heladas, escuchó a mamá hablando de mil cosas que me parecen insignificantes y pienso que no quiero oírla ¡cállate, cállate, cállate! Suplico en mi mente y no basta. Me siento la peor hija y me siento a su lado para que desahogue sus pensamientos en mis oídos inertes mientras mi mente vuela lejos. Tengo miedo. Ganas y miedo. Ganas de cambiar todo lo que me rodea, miedo porque nunca he sido valiente; imprudente, atolondrada, impulsiva si, pero jamás valiente. 
Mamá acabó de hablar y va a dormir. Me duele. No sirvo para esto– pienso. No entiendo porque tiene que ser tan difícil. Soy un mar de pasiones en un océano de energía y estoy paralizada. Tengo grandes ideas, tengo grandes sueños, pero tengo pánico de fallar porque la niña dentro de mi sigue alertandome “No te querrán, dejaran de amarte y estarás sola.” y lo muy independiente y autosuficiente que he sido se desvance, se desliza como agua en el coladero, se esfuma y solo hay miedo. Una abismo imposible que me separa de todo lo que quiero. Se me forma un nudo en el estomago y en mi mente... comienzan a pasar todas mis obligaciones y mis limitaciones. No quiero esto– concluyo.
Súbitamente me baja la desesperación y corro a buscar mi guitarra pero estoy cansada de las mismas canciones de siempre y me frustra leer las tablaturas imposibles de John Mayer. 
Me dejo caer sobre una silla con la mirada perdida mientras mi perro se revuelca en la alfombra en un infructuoso intento de captar mi atención. 
Años atrás hubiese llorado, pero ya no se hacer eso, no me salen lágrimas y me doy cuenta de que por primera vez me siento atrapada…
… ¿¡Atrapada!? ¡Desde luego! Atrapada… me hace sentido, he vivido huyendo y esta es la primera vez que no encuentro escape por eso me siento tan miserable entonces miro sobre mi cabeza y recuerdo que esto ya lo he vivido antes… está lección la he aprendido muchas veces
¡Oh mierda! 
¿Puedo ser tan estúpidamente terca? y algo en el fondo de mi corazón tuerce la risa y afirma que si. 

domingo, 9 de marzo de 2014

Sick Circle Carousel

Vivimos para mantenernos con vida, vivimos para gastar nuestros días… pero cuando nos detenemos y miramos hacia atrás nos cuesta reconocer que parte de nuestra vida realmente nos pertenece, que parte realmente vivimos porque quisimos.

De mis casi 24 años de edad solo me pertenecen… un cuaderno, las sonrisas que les robé a los que amo, las caminatas en el bosque, las horas en que pasé ansiando conocer a Dios, mis dibujos, mis pinturas, mis canciones, mi guitarra y mis horas con ella. 

Vivir en esta sociedad consumista me ha llevado a desperdiciar el resto de mis días, ahora entiendo lo que dice salomon "Y aborrecí la vida, porque me era penosa la obra que se hace bajo el sol, pues todo es vanidad y correr tras el viento.“ (Eclesiastés 2:17)

Estoy completamente segura de que cuando me esté muriendo solo me llevaré el recuerdo de los rayos del sol penetrando entre las hojas de los árboles, el sonido del río y de las hojas cuando las acaricia el viento, las noches en que me quedé mirando las estrellas, los atardeceres en casa de mi hermana, los besos de mi hijo, la sonrisa de los que amo, el canto de mi guitarra, las palabras de mis cuadernos y los abrazos de un amigo que me vio cuando nadie más lo hacía… el sonido de su voz tatuado en mi memoria, nuestras tardes en el techo de mi casa... bajo las hojas del albaricoquero. Nuestras voces tapando las notas desafinadas de una vieja guitarra… y un sueño ¿Recuerdas? 

"Porque ¿qué tiene el hombre de todo su trabajo, y de la fatiga de su corazón, con que se afana debajo del sol? Porque todos sus días no son sino dolores, y sus trabajos molestias; aun de noche su corazón no reposa. Esto también es vanidad. No hay cosa mejor para el hombre sino que coma y beba, y que su alma se alegre de la obra de sus manos. También he visto que esto es de la mano de Dios.” (Eclesiastés 2:22-25)