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lunes, 10 de marzo de 2014

Déjà Vú

Este afán inútil de sentirme útil. 
Lo odio. 
Me jode la vida ahora mismo. Miro el techo y respiro profundo. Dirijo mi mirada hacia varias direcciones, me siento pérdida, desorientada… tengo que tomar decisiones pero en los últimos años he reprobado en esa asignatura de la vida. 
Hace una semana me di cuenta que es culpa de mis papás. Esta estúpida necesidad de aprobación, esa insólita manera de crearme y criarme para agradar al resto. Sus palabras de amor, sus regalos y su atención eran directamente proporcionales a la altura de mis calificaciones y a las felicitaciones que recibían de los demás por la hija tan perfecta que tenían. Ahora entiendo porque siento terror cuando fallo. Algo en el fondo de mi corazón comienza a susurrar “ya no me querrán, ya no me querrán” y me ahoga la tristeza. Se que ellos me amarían de cualquier forma, lo se, pero yo no sabía eso cuando era niña. Ahora esos miedos me paralizan y desesperan. 
Quiero sentirme útil, lo necesito. Soy como los perros buscando que el amo diga “buen muchacho” sigo necesitando la aprobación de los demás. 
Muerdo mi labio, sobo mis manos heladas, escuchó a mamá hablando de mil cosas que me parecen insignificantes y pienso que no quiero oírla ¡cállate, cállate, cállate! Suplico en mi mente y no basta. Me siento la peor hija y me siento a su lado para que desahogue sus pensamientos en mis oídos inertes mientras mi mente vuela lejos. Tengo miedo. Ganas y miedo. Ganas de cambiar todo lo que me rodea, miedo porque nunca he sido valiente; imprudente, atolondrada, impulsiva si, pero jamás valiente. 
Mamá acabó de hablar y va a dormir. Me duele. No sirvo para esto– pienso. No entiendo porque tiene que ser tan difícil. Soy un mar de pasiones en un océano de energía y estoy paralizada. Tengo grandes ideas, tengo grandes sueños, pero tengo pánico de fallar porque la niña dentro de mi sigue alertandome “No te querrán, dejaran de amarte y estarás sola.” y lo muy independiente y autosuficiente que he sido se desvance, se desliza como agua en el coladero, se esfuma y solo hay miedo. Una abismo imposible que me separa de todo lo que quiero. Se me forma un nudo en el estomago y en mi mente... comienzan a pasar todas mis obligaciones y mis limitaciones. No quiero esto– concluyo.
Súbitamente me baja la desesperación y corro a buscar mi guitarra pero estoy cansada de las mismas canciones de siempre y me frustra leer las tablaturas imposibles de John Mayer. 
Me dejo caer sobre una silla con la mirada perdida mientras mi perro se revuelca en la alfombra en un infructuoso intento de captar mi atención. 
Años atrás hubiese llorado, pero ya no se hacer eso, no me salen lágrimas y me doy cuenta de que por primera vez me siento atrapada…
… ¿¡Atrapada!? ¡Desde luego! Atrapada… me hace sentido, he vivido huyendo y esta es la primera vez que no encuentro escape por eso me siento tan miserable entonces miro sobre mi cabeza y recuerdo que esto ya lo he vivido antes… está lección la he aprendido muchas veces
¡Oh mierda! 
¿Puedo ser tan estúpidamente terca? y algo en el fondo de mi corazón tuerce la risa y afirma que si. 

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