Debería recordarte los 8 de enero, pero no puedo ¿Sabes? no quiero tampoco. Tu no eras ese. Me niego a pensarte en silla de ruedas, en silencio y con la mirada perdida. Tu hablabas fuerte, tu eras grande, tu eras poderoso, tu... eras mi héroe.
¡Que frágil era la seguridad en mi vida! Tengo miedo de no poder volver a confiar en otros brazos... en otras manos. En el fondo, desde que te fuiste he tratado de ser fuerte, he tratado de sostener los hilos que se rompieron el día que partiste, me he esforzado por no pensar como me lo pediste... pero no puedo papi, no puedo.
Te quiero en mi vida, quiero recostarme a tu lado y sentirme segura. Sentir que nada puede pasarme, que nadie va a herirme, que tu vas a defenderme, que puedo correr a tu lado y todas las tormentas sumisas acallaran.
Papá, te recuerdo levantándome temprano y poniéndome a trabajar en tu huerta, haciéndome acarrear leña todo el día y sosteniendo herramientas mientras reparabas el techo. Te recuerdo desafiándome a soñar, te recuerdo empujándome a saltar el abismo de mis miedos, te recuerdo provocándome a pensar diferente, te recuerdo con esa mirada fría, molesta pero orgullosa cuando mis argumentos te dejaban callado.

No te rendiste, se que no renunciaste, todo lo contrario, aceptaste el final de esta historia y el comienzo de la eternidad. Descansas, estás por fin durmiendo y se que despertarás... mientras tanto, yo lucho por despertar contigo, por ser eso que tu veías cuando me mirabas, por recordarte y sonreír aún en medio del indescriptible dolor de ya no tenerte.